miércoles, 9 de junio de 2010

EDITORIAL

Nos será imposible desligar el deseo de iniciar una revista de las pretensiones de protagonismo que seguramente se nos adjudicarán; sin embargo, es el lector, personaje más importante en el mundo de las letras, quien en primer lugar juzgará que no es posible aspirar a la fama con una revista tan escasamente inmortal. Sólo diremos que las pretensiones son ciertas a medias. Que esperamos ser famosos e inmortales sabiendo que fracasaremos. Que el vértigo, encargado de obligar al suicida a retroceder, ha sido ineficaz en nosotros. Saltaremos porque el temor de no hacer nada es mayor al temor de hacer algo y morir en el intento.
  Este empalmo de hojas de manufactura sencilla fue concebido sin imaginar la complejidad de la empresa. Sumamos y restamos, luego dividimos y volvimos a calcular, nunca multiplicamos. Dispusimos que el espacio fuera amplio, abierto, luminoso, y por último verificamos que los cimientos en el fangoso campo de la independencia estuvieran firmes.
  Por cierto que callaremos los oscuros negocios que nos vimos obligados a cometer, las vergonzosas concesiones que entablamos con reciprocidad, los insultos que mediaron entre nosotros con tal de que fuera posible este primer número. No es fruto, en ningún sentido, de la concordia. Tal vez por eso la única conjura que nos puede salvar es que pase de mano en mano hasta que las verdaderas decisiones no corran por nuestra cuenta. De hecho, en virtud de que puede haber quienes lo duden, ya las críticas han tocado los postigos, las que hemos recibido como corresponde: cínicamente.
  Y no es que hayamos sido los más adecuados para esta iniciativa; en todo caso fuimos los únicos. La displicencia aluzó las caras de quienes llamamos en nuestro socorro, en vísperas que nos tomarían más de un año. Nos topamos de frente con el muro del descrédito, no sin razón. Estuvimos a punto también de la desidia, no sin entusiasmo. Pero ilógicos, nos dimos a la tarea de perder el tiempo. Privilegio este último para compartir.
  Invitamos a todos los que lleguen a leer estas palabras, por supuesto que con el deseo de sentirnos menos solos, a ignorar el vértigo y arrojarse con nosotros. Es esta la hora de cometer errores. De cualquier manera el peligro es latente y nos perseguirá el resto de nuestras vidas, es mejor empezar a vivirlo.
  Ahora que esta revista está en sus manos, es de ustedes el trabajo más importante: darle vida con sus colaboraciones, convertirla, con espíritu lúdico y de experimentación, en campo de batalla de uno mismo, mesa cordial o no del dialogo, antro crítico, museo de la crónica, trinchera de la conciencia, albergue de la poesía, manicomio del pensamiento, prostíbulo de las ideas… En suma, hagan de ella lo que quieran, incluso limpiar la mierda y arrojarla después a la indiferencia, como generalmente se acostumbra con estas publicaciones; al final, es su albedrío.

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