miércoles, 9 de junio de 2010

CUATRO VERSIONES DE JUDAS, por Israel Rojas.

Dos tendencias he descubierto, al corregir las pruebas, en los misceláneos trabajos de este volumen. Una, a estimar las ideas religiosas y filosóficas por su  valor estético y aun por lo que encierran de singular y maravilloso. Esto es quizá, indicio de un escepticismo esencial. Otra, a presuponer (y a verificar) que el número de fábulas o de metáforas de que es capaz la imaginación de los hombres es limitado, pero que esas contadas invenciones pueden ser todo para todos, como el Apóstol.

Jorge Luis 
Borges, Otras Inquisiciones.

Cuando en 1944 se publicó el libro Ficciones de Jorge Luis Borges, el autor tal vez no esperaba que su libro se tornara en el icono de la literatura fantástica ni que su nombre, a partir de ese momento, se agregara a los anales de la historia literaria. Mucho menos imaginó, quizá, la polémica que muchos de sus cuentos desataron; en ese momento se pensó y debatió sobre la fantasía quijotesca de Pierre Menard y muchos se maravillaron con el descubrimiento del planeta Tlön. No sé, por otra parte, qué tanta atención se le prestó al cuento “Tres versiones de Judas”, lo que sí intuyo es que para muchos este cuento representó una verdadera perturbación; para otros, un blasfemo juego teológico en el que Borges no solamente hace gala de su conocimiento bíblico y de algunos de los postulados del gnosticismo, sino de una “fantasía cristológica”, en la que muchos vieron una endeble reivindicación de Judas, que en el fondo es una vindicación del judaísmo, un mundo por el cual Borges sentía simpatía y al que vituperaban a través de la imagen del apóstol traidor.            Mas el tiempo ha pasado y el cuento de mi interés ha despertado a nuevas lecturas y nuevas polémicas. “En Tres versiones de Judas”, Borges regresa “a un terreno bien conocido por él: la investigación epistemológica realizada por un oscuro erudito.”[i] 
    Este oscuro erudito es Neils Runeberg, Personaje teologal que en 1904 presenta su primera versión de Judas en su libro Kristus och Judas. En dicho libro ficticio Runeberg, “miembro de la Unión Evangélica Nacional, […] hondamente religioso”, analiza el “misterio central de la teología”, el misterio de la relación entre Judas y Jesús.Primero distingue una primera especulación de Tomas de Quincey donde se relaciona a Iscariote con grupos de judíos rebeldes que buscaban, a través de la condena a Jesús, mover al pueblo a una revuelta contra Roma; pero “Runeberg sugiere  una vindicación de índole metafísica”. Todos conocen la historia: Jesús está solo, apartado de sus discípulos, orando en el huerto del Getsemaní, cuando se presenta Judas Iscariote acompañado por soldados del Sanedrín. Llega ante el maestro señalándolo con un terrible beso, los soldados toman preso a Jesús pese a los esfuerzos de los apóstoles que han sido testigos de la traición de Judas, quien después termina dándose muerte bajo la sombra de un árbol. El personaje de Borges postula, a partir de los acontecimientos referidos, que el acto de Judas no es un hecho casual; por el contrario, “fue un hecho prefijado que tiene su lugar misteriosos en la economía de la redención”. Runeberg continúa, con marcada base platónica (“el orden inferior es un espejo del orden superior”), toda vez que Dios se hizo carne, es decir, humano (la forma arquetípica, Dios, se materializa, se degrada, es imperfecto) lo hizo como un sacrificio en pos de los hombres: “Para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre”.
El sacrificio de Judas consistió, según Runeberg, en “rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y a ser huésped del fuego que no se apaga.” De acuerdo con el postulado del Topos Uranus, diremos entonces que la imagen reproducida del arquetipo (el hombre, Judas) se degrada aun más, reflejando con su dolor el dolor de Jesús, accediendo con ello a su forma original a través de la experiencia aguda de la degradación interna. Runeberg lo explica: “Judas refleja de algún modo a Jesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria, para merecer aún más la Reprobación.”
            La tesis de Runeberg es apasionante por el claro carácter herético y desmitificador. Borges, contrario a lo que postulan los evangelios canónicos y con ellos la institución eclesiástica, nos entrega a un Judas heroico; su traición no es tal, por el contrario, Judas es un asceta que no envilece su cuerpo: “Judas hizo lo propio con el espíritu. Renuncio al honor, a la paz, al reino de los cielos […] Obró con gigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno”. Lo más importante de esto, y que aún no he mencionado, es que el gran sacrificio que hizo Judas, lo hizo porque así le fue mandado, él fue elegido. Él, “único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús”. Por el momento, es suficiente mencionar que Judas era consciente de esa verdad divina: más adelante nos concentraremos en dicha verdad.
            En el texto de Borges, la tesis de Runeberg fue refutada “por los teólogos de todas las confesiones”. El ficticio obispo de Lund refuta con una fuente fidedigna extraída de la Biblia: “el tercer versículo del capítulo veintidós del Evangelio de San Lucas”: Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno de los doce. Esta refutación del ficticio obispo de Lund es importante, puesto que representa la primera versión de Judas, es decir, la versión que conocemos a través de los evangelios aprobados por la iglesia, en pocas palabras, se trata de la versión oficial de los hechos. Esta primera versión de Judas se ha mantenido vigente hasta nuestros tiempos, incluso en 1953, nueve años después de la aparición de Ficciones, Giovanni Papini, famoso escritor italiano, escribe de manera sentenciosa en torno a  Judas, las siguientes palabras:  “Satanás entró en Judas la noche de la cena. Judas, pues, estaba poseído por Satanás: era, en aquel momento, la veste y la forma humana de Satanás”[ii]. Papini continúa, llevando el tema del traidor al límite, concluye: “La persona [Judas] en la cual se había escondido [Satanás] fue arrojado como un guiñapo y como un guiñapo colgó de la rama. Enloquecido el traidor, amorosísimamente traicionado.”[iii] Lo esgrimido por Papini es no sólo una reafirmación del dogma institucional, es también la validación de la creencia cristiana de que el bien y el mal son agentes externos al hombre y que en consecuencia el hombre se encuentra a merced de fuerzas superiores, tratando quizá de suavizar la figura mítica de Judas, imagen sobre la que se ha forjado el antisemitismo atroz del cual tenemos memoria.
Volviendo al cuento de Borges, una vez refutada la teoría de Runeberg, éste se entrega a su reelaboración. Casi tres años tarda en publicar su “libro capital” el Den hemlige Frälsaren, en él, Runeberg postula su segunda versión de Judas. Versión que, como el mismo Borges narrador afirma, “es una mera perversión o exasperación de Kristus och Judas”; en ella se exagera el concepto del sacrificio ejercido por Dios, como la afirma el argumento general del libro ficticio: Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: Fue Judas.
“La conclusión es monstruosa”, dice el narrador, pese a que Runberg expone premisas como la posibilidad de que el redentor pudiese “sentir fatiga, frío, turbación, hambre y sed. Pudo sentir que pudo pecar y perderse”, y por lo tanto, también podía cumplir con su destino a través de una sacrificio aún mayor, puesto que se había rebajado a la forma más envilecida del ser: Judas, quien, recordemos, “eligió culpas no visitadas por ninguna virtud”.
Si la primera tesis de Runeberg causo polémica, la segunda fue victima de la indiferencia y el desdén. Acontece para el personaje la terrible verdad, “Runeberg intuyó en esa indiferencia ecuménica una casi milagrosa confirmación. Dios ordenaba esa indiferencia.” Sin ninguna otra motivación, Runeberg se entrega al destino de morir, revelándosele que le esta vedado dar a conocer la verdad.
Como se mencionaba en un principio, el cuento de “Tres versiones de Judas” en su momento despertó quizás un tímido interés en los lectores. Alguno críticos incluso vieron en el interés teológico de Borges, una especie deseo frustrado que lo hace fabular sobre tradiciones ya muertas: “Y así las obras de Borges son, casi sin excepción, espléndidamente inertes, como bustos, como camafeos.”[iv]
Castellani también afirma que en la obra de Borges existen sombras teológicas, herejía y “una especie de protestantismo radical y duro, sin dogmas, sin tradición, sin Escritura […] Borges en el fondo es también teologal: hay un teólogo y un filósofo frustrado en él.”[v] El juicio de Castellani en torno a Borges, se asemeja en el fondo al juicio ejercido por la iglesia sobre Judas. Se entiende por Castellani que Borges realmente estaba alejado de la comprensión a fondo de mundo cristiano y que por lo tanto, como teólogo, Borges estaba alejado de conjeturas plausibles en este ámbito. Sin embargo, el cuento “Tres versiones de Judas” muestra premisas que se asemejan mucho a una cuarta versión de Judas que Borges no conoció, pero que intuyó. Esa cuarta versión esta fuera de la ficción de Borges, aunque de alguna manera ya se encuentra presente; estamos hablando del Evangelio según Judas, texto que, cotejado con el cuento de Borges, viene a cerrar este análisis.
Antes de pasar a él, haré hincapié en la naturaleza ficticia de las tesis propuestas por Borges en su cuento. El escritor argentino en 1975, presenta en El libro de arena, otro cuento de índole teologal llamado “La secta de los treinta”; en el epílogo a dicho libro, Borges aclara: “‘La secta de los treinta’ rescata, sin el menor apoyo documental, la historia de un herejía posible”. El cuento, vale la pena decirlo, es la ficción sobre una secta de la que se tiene vago conocimiento a través de un manuscrito incompleto.  Sin embargo, queda claro que sus conjeturas no vinieron de la nada. Sin duda, Borges, que era conocedor de las escrituras sagradas, conocía también que el cristianismo pasó por varías etapas después de la crucifixión de Jesús; por lo tanto, tenía conocimiento que había otras formas de la cristiandad diferentes a la que se constituiría como la religión oficial.
En los primeros dos siglos de la cristiandad, la iglesia católica se fundamentó a partir de la selección de textos que conformarían el Nuevo Testamento, es decir, construían su dogma absoluto y para ello necesitaron perseguir y aniquilar toda forma de cristiandad que atentará contra sus principios. Uno de esos grupos antagonistas del cristianismo ortodoxo, aparte de simonianos, ebionitas y nazarenos, fueron los gnósticos, seguidores de la misma rama del cristianismo temprano.
Los gnósticos, (gnosis significa “conocimiento” en griego) explica el estudioso de la Biblia, Marvin Meyer, de la Universidad de Chapman, “creían que hay una fuente primaria de bondad, la cual concebían como la mente divina, fuera del universo físico. Los humanos portan una chispa de ese poder divino, pero lo detiene el mundo material que lo rodea”[vi]; por lo que Meyer concluye que estas ideas agnósticas atentaban realmente contra la organización y verosimilitud de la iglesia, pues el grupo proponía “que las personas ordinarias podían estar conectadas con Dios. La salvación consistía en despertar esa chispa dentro del espíritu humano y reconectarla con la mente divina. Para lograrlo, se requería la guía de un maestro, y ése, según los gnósticos, fue el papel que desempeño Cristo. Quienes entendían su mensaje podían convertirse en algo tan divino como Jesús mismo.”[vii]
Bajo estos postulados gnósticos era entendible que la iglesia se sintiera amenazada, ya que si el hombre puede tener contacto con Dios a partir del conocimiento intrínseco de sí mismo ¿de qué entonces serviría la mediación de una iglesia que se materializa en sus jerarcas? ¿Para qué la institución si Dios no es un asunto de índole material, terrenal? Entonces, y de esto es muy probable que Borges tuviera conocimiento, pues está registrado, “alrededor del año 180 d.C., Ireneo, el obispo de Lyon, escribió un extenso tratado llamado En contra de las herejías. El libro atacaba los puntos de vista sobre el mensaje de Jesús que diferirían de aquellos del pensamiento tradicional de la iglesia. Entre los denunciados se encontraba un grupo que reverenciaba a Judas y que había producido una historia ficticia que denominan el Evangelio según Judas.”[viii]
De la misma manera creo que Borges también tuvo noticia de la existencia de otros textos apócrifos de raíz gnóstica que igualmente fueron condenados por la iglesia, el conocimiento del gnosticismo por parte de Borges lo podemos corroborar al imaginar a su teólogo Runeberg como uno de los dirigentes de “uno de los conventículos gnósticos”. De tal manera que las fuentes que toma Borges para sus tesis sobre Judas pueden ser rastreadas, como ha quedado demostrado, aunque de esas fuentes no conoció los textos, sólo las ideas centrales del gnosticismo con las que desarrolló su trama, basadas en libros condenados pertenecientes a la ficción, de los que sólo se sabía que alguna vez habían existido, pero nadie los había visto.
Sin embargo, en una extraña vuelta del laberinto, en 1978 se hace el gran hallazgo. El escritor Tomas Eloy Martínez comenta al respecto:
En 1978, un grupo de campesinos que buscaba tesoros enterrados en las cuevas del Egipto Medio descubrió algo mucho más valioso que el oro. Eran los libros del que más tarde sería conocido como Códice Tchacos, compuestos por un grupo de cristianos gnósticos que valoraban el conocimiento como camino esencial para llegar a Dios. Restaurar esos textos, poner un orden mínimo en el complejo rompecabezas, exigió una década de paciencia. Los papiros, resecos por la falta de cuidado, eran una parva de fragmentos minúsculos, ennegrecidos, casi ilegibles. Entre esos desechos estaba el Evangelio de Judas. Después de que National Geographic lanzó una primera edición en inglés, fue traducido a todas las lenguas occidentales[ix].
            Continua Eloy Martínez: “Que el Evangelio de Judas haya sobrevivido a tantas negligencias y saqueos de los mercaderes es un prodigio. Más asombroso aún es que coincida casi letra por letra con las especulaciones de Borges.”[x] Y así es, resulta impresionante el cotejar fragmentos del Evangelio prohibido con la “fantasía cristológica” de Borges.
            Si el lector ha sido atento, podrá distinguir que ya desde el rápido muestreo expuesto sobre las ideas rectoras del gnosticismo, se encuentran similitudes con la teoría de Kristus och Judas de Runeberg, sobre todo si uno observa con sumo cuidado que ambas ideas tienen un trasfondo platónico. Antes hemos visto cómo en la teoría del personaje de Borges, la forma humana refleja su forma ideal que permanece en un estado superior. Para los agnósticos, recordemos, el conocimiento del hombre permite que el ser común se pueda liberar de su cárcel material que es el cuerpo, la réplica imperfecta de la figura arquetípica que aspira a volver a su forma original que es la forma superior de las ideas, es decir, aspirar a Dios. Aclaremos una cosa más: estas afinidades entre el gnosticismo y la propuesta de Borges sólo se dan en la primera versión de Runeberg sobre Judas; la segunda, como se ha visto, ha quedado de lado puesto que postula la teoría caótica y exasperada de Judas como encarnación del Verbo, en la que algunos grupos agnósticos reverenciaban a Judas como factor infaltable del drama divino; mas no se hizo un culto dedicado enteramente a él, por lo que no existe registro, y si existe no lo he encontrado aún,  de que en algún momento se haya especulado en torno Judas como el iluminado o el elegido, como lo hizo Borges.
            Sin embargo, el lector quedará sorprendido al observar que lo escrito en “Tres versiones de Judas”, se acerca de manera sorprendente a fragmentos ya traducidos del Evangelio según Judas. Retomemos una idea sobre la que prometí volver. Judas fue elegido para saber ese secreto terrible que evidencia el propósito de Jesús. En el artículo de Cockburn encontramos:
En el pasaje clave, Jesús le dice a Judas: “Sacrificarás a la carne que me cubre.”[…] Judas mataría a Jesús para hacerle un favor. Lo que sucederá finalmente es que [Jesús] se deshará de su carne, de lo físico, y por consiguiente liberará al Cristo real, al ser divino del interior. Que se le confiara a Judas esta tarea es señal de su condición especial. “Levanta tu mirada y ve la nube y la luz dentro de ella  y las que la rodean”, Jesús le dice para animarlo. “La estrella que dirige el camino es tu estrella.” Judas entonces tiene una revelación en la cual asciende a hacia “una nube luminosa”. Desde abajo los testigos oyen una voz que proviene de la nube. Aunque lo que dijo tal vez nunca se sepa debido a que justamente esa parte del papiro está rasgada.[xi]       
En tan sólo unas cuantas palabras el encuentro entre Borges y el evangelio de Judas es claro. Judas es el héroe elegido para ayudar a Jesús en su transición. Jesús le ha confiado esa empresa, ¿cuál es ese terrible secreto que refiere Runeberg? El secreto que le devela Jesús a su discípulo es que lo necesita para liberar al “Cristo real.” Lo que realmente preocupó a la iglesia es que ello procuraba un cielo accesible para todos a través del conocimiento y no de la fe. Jesús regresaría a su forma ideal una vez que Judas lo ayudara a dejar el impedimento del cuerpo, y paralelamente la necesidad del sacrifico de Judas refleja el sacrificio de Dios. El momento después en que a Judas lo acomete una revelación es quizá, en términos de Borges, la revelación de su destino porque “él es quien en verdad entiende el mensaje de Cristo”, por lo tanto accede a la verdad del Verbo. Judas al cumplir con su destino, al ayudar y vender a Cristo, accede a Dios aunque eso signifique el mayor de los sacrificios, el conocimiento del dolor humano más profundo que es la degradación interna del ser, denigrarse a la condición del hombre impío, y así “podía rebajare a delator […] y a ser huésped  del fuego que no se apaga”. Por otra parte, la divinidad es también conocedora del dolor físico a través de Jesús, logrando una visión entera de las dolencias y padecimientos del ser humano, tanto interna como externa, físicas, espirituales e intelectuales. Ambos cumplieron con su destino.
            La relación entre la ficción de Borges y la realidad se ha estrechado a partir del descubrimiento del texto antiguo, esto quizá no sorprenda demasiado tratándose de Borges; sin embargo, esta relación es algo que sus detractores no han querido ver, en cuanto a que, por ejemplo, decir que “Tres versiones de Judas” es sólo una vindicación intrínseca y endeble del judaísmo, es como imputar el crimen de Judas a la codicia, “es resignarse al móvil más torpe.” Ni Borges, como aseveró Leonardo Castellani, fue un hombre teologal carente de intuición, ni Judas fue el varón traidor que poseído por Satanás precipitó la caída del Verbo.


Bibliografía:
Aizenberg, Edna, El tejedor del Aleph, Biblia, Kábala y judaísmo en Borges, Altalena, Madrid, 1986.
Borges, Jorge Luis, Ficciones, Nueva Alianza, Madrid, 2003.
Borges, Jorges Luis, El libro de arena, Emecé, Buenos Aires, 1999.
Borges, Jorge Luis, Otras inquisiciones, Alianza, Madrid, 1999.
Cockburn Andrew, “El Evangelio según Judas” National Geographic en español, (México D. F.), 16: 2006, núm. 5, pp. 2-19.
Lafforgue Martín, Antiborges, Vergara editor, Bueno Aires, 1999.
Martínez, Eloy Tomás, “Borges y Judas”, articulo para La Nación, tomado de: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1181718
Papini, Giovanni, “El beso de Judas”, en El Diablo, Época, México, 2002
Woodall, James, La vida de Jorge Luis Borges. El hombre en el espejo del libro, Gedisa, España, 1998,  

  



[i]Woodall, James, La vida de Jorge Luis Borges. El hombre en el espejo del libro, Gedisa, España, 1998, p. 180.
[ii] Papini, Giovanni, “El beso de Judas”, en El Diablo, Época, México, 2002, p. 112.
[iii] Ibidem,  p. 113.
[iv] Castellani, Leonardo, “Inquisiciones y sombras teológicas”, en Antiborges, Martín Lafforgue antologador, Vergara editor, Buenos Aires, 1999, p. 143.
[v] Castellani, op. cit., p. 145.
[vi] Cockburn Andrew, “El Evangelio según Judas” National Geographic en español, (México D. F.), 16: 2006, núm. 5, pp. 2-19.
[vii] Cockburn, op. cit., p. 12.
[viii] Ibid, p. 11.
[ix] Martínez, Eloy Tomás, “Borges y Judas”, articulo para La Nación, tomado de
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1181718. p.3.
[x] Martínez, Eloy, op. cit., p. 3.
[xi] Cockburn, op. cit., p.15

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