No puedo saludar a quien no conozco y menos a quien va a morir, en lo primero porque no saludo a quien no conozco y en lo segundo porque hay mejores asuntos antes de morir y no seré yo quien los interrumpa. No celebro, en esta lógica, una nueva revista de literatura universitaria hecha por jóvenes, primero por estar hecha por jóvenes que no saben lo que hacen, principal rasgo del ser joven, y porque para celebrar algo habrá que saber primero de qué se trata. De esta revista no es posible aún decir si vale la pena celebrarla, pues ni siquiera he leído, para bien o para mal, uno solo de sus textos, sean estos poéticos o críticos, si algo hay de poesía o de crítica en ellos. Sin embargo, apuesto la chaqueta que llevo puesta y mi cachucha inglesa a que pasará sin pena ni gloria por el riachuelo de las letras que atraviesa este país, el cual, sobra decirlo, también pasa sin pena ni gloria. Lo apuesto (así, a renglón seguido) porque no es el tiempo de las revistas de literatura ni mucho menos si son éstas universitarias; se ha visto que unas y otras están destinadas al fracaso absoluto a pesar de que haya quien no lo quiera saber, aunque lo sepa, por dos razones: 1) los universitarios de hoy no leen lo suficiente ni lo de sus propias carreras y 2) la literatura ocupa un sitio menor en el gusto popular, si no sentimos la inclinación de llamar literatura a cualquier texto escrito. En honor a la verdad, también hay que mencionar, de pasada, que la literatura que se libera de las exigencias del éxito, incluso antes de que éste ocurra, es una literatura redimida del gramaticalmente pesado fardo de las ambiciones.
*Ex-crítico literario.
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